Calidad ambiental

¿Cómo influyen la temperatura, la humedad o la ventilación en la calidad ambiental de los espacios en los que vivimos y trabajamos? ¿Qué valores de estos parámetros son los más recomendables? ¿Qué medidas tomar para alcanzarlos de forma eficaz?

En esta nueva entrega de la guía para autoconstructores, encontrarás algunas respuestas. Si te quedan con dudas, contacta conmigo o continúa la conversación en los comentarios al pie de esta entrada.

Empezamos.

La temperatura

Es de sobra conocido el escaso margen de temperaturas corporales en el que somos capaces de mantenernos sanos. En el entorno de los 37ºC, nuestro organismo es capaz de mantener bajo control a bacterias y virus cuya actividad, de otra forma, supondría una agresión para nuestro equilibrio interno.

Por otra parte, el consumo energético se mantiene en mínimos si somos capaces de regular nuestra temperatura sin tener que recurrir a movimientos de vasodilatación que conllevaría un gasto metabólico extra. Parece demostrado que esos 37ºC son el resultado de esa actividad metabólica tan finamente ajustada.

Sospecho que los más de 40 litros de agua que forman parte de nuestro organismo tienen algo que ver con la relativa estabilidad de esta temperatura. Algún día, más despacio, escribiré algo de todo lo que he ido leyendo acerca de ese gran desconocido que aún es para nosotros el agua.

Si por algún motivo resulta importante hablar de la temperatura o, mejor dicho, de lo que entendemos por temperatura (que no es otra cosa que una medida del grado de agitación de las moléculas de un cuerpo), es precisamente por estar relacionada con la cantidad de energía que es capaz de poner en juego ese cuerpo.

Pero, ¿cómo se reparten las cartas de este juego entre nuestro cuerpo y el ambiente que lo rodea?

Pues básicamente, y por este orden, por radiación, convección, conducción y, estando como estamos compuestos básicamente por agua, también por transpiración y a través de la respiración.

A efectos prácticos, lo que esto significa es que nuestra sensación térmica está directamente relacionada con la temperatura de paredes, ventanas y suelos (y del equipamiento con el que nos ponemos en contacto), con el sistema de calefacción del que dispongamos y con la ropa que llevemos puesta.

La primera consecuencia de todo esto es que mantener la temperatura de nuestras paredes relativamente alta es clave para nuestro confort térmico.

¿Sabías que con una temperatura ambiente de unos 18ºC podemos encontrarnos tan a gusto si la temperatura de las paredes es de aproximadamente 20ºC, pero sentir frío si se encuentran solamente a 15ºC? La clave está en mantener la temperatura de las paredes que conforman los espacios que deseemos calefactar, como mucho, 5 ºC por debajo de la del ambiente.

De ahí la importancia de comprender la capacidad de aislamiento térmico y de acumulación de calor de la envolvente de nuestra vivienda y de diseñar una solución equilibrada que tenga en cuenta ambas estrategias. Y sí, he escrito ambas.

Otro tanto podemos decir de las ventanas. Se dice que el grado de aislamiento de una fachada es tan bueno como el que proporcionan las ventanas situadas en ellas. Como aproximación al tema puede valer. A estos efectos, si la colocación de las carpinterías exteriores es correcta, la elección del vidrio suele ser el factor determinante. Desde los vidrios simples hasta los dobles o triples que pueden además incorporar tratamientos superficiales que modifican la reflexión de la radiación solar, la gama disponible es amplísima.

No es mi estilo simplificar y limitarme a ofrecer recetas para la selección del vidrio adecuado para cada situación desde un único punto de vista, así que voy a evitar caer en la tentación de dar respuestas fáciles. Si el tema te interesa y quieres conocer mi opinión sobre algún aspecto concreto, contacta conmigo. Procuraré ayudarte.

Lo que sí voy a decirte es que disponer de luz natural, de un espectro luminoso completo y equilibrado, es fundamental para la salud y que la pérdida de transparencia que suponen algunos tratamientos que mejoran las prestaciones técnicas de los vidrios puede llegar a ser inasumible. Lo que quiero trasmitirte es que un análisis de las diferentes opciones de acristalamiento basado exclusivamente en su valor de aislamiento térmico puede no ser el mejor.

¿Ves por qué insisto tanto en el asunto de la construcción sostenible mal entendida?

No me gustaría terminar este apartado dedicado a la temperatura, hablando de la estrategia paradójicamente más complicada de implementar, a pesar de su comprobada eficacia y su bajo coste. Me refiero a los hábitos. Tanto a los de comportamiento adquiridos por la fuerza de la costumbre (y de la presión comercial) como a los que tomamos por vestido.

Un simple cambio de actitud en el uso de una vivienda puede contribuir fácilmente a una reducción de la demanda energética para calefacción de un 30%.

Está comprobado.

El esfuerzo por mantener una temperatura uniforme y alta en toda nuestra vivienda, además de caro, puede resultar insano.

Se me ocurren unas cuantas influencias negativas para nuestra salud de esta monotonía térmica, pero me quedo con la de que nuestros sentidos necesitan una estimulación que a nivel térmico difícilmente se conseguirá en estas condiciones de uniformidad.

Otra consideración que me parece importante destacar, es que el aire frío contiene más oxígeno. De ahí que dormir en habitaciones a temperaturas de unos 15ºC resulte especialmente regenerador para nuestro cerebro, que aprovecha las noches para recuperarse de su actividad diaria. Precisamente, la fase más profunda del sueño tiene lugar durante las horas de la noche en las que la temperatura de nuestro cuerpo es más baja y se liberan mayores dosis de melatonina.

Interesante, ¿no?

La humedad

En ausencia de filtraciones no deseadas, hay que buscar la principal fuente de humedad en las viviendas en el vapor de agua presente en el aire. Conseguir una humedad ambiental relativa de un 50%, más o menos, es el objetivo.

Esta humedad está fuertemente relacionada con la temperatura del aire, su densidad y con la cantidad de energía que nuestro ambiente interior es capaz de intercambiar. Como ves, hablar de humedad atmosférica es hablar de energía y, más específicamente, de uno de sus vehículos preferidos: el agua. ¡Cómo no!

El vínculo entre humedad y temperatura atmosféricas explica por qué nos sentimos agobiados en ambientes muy húmedos, salvo que corra una ligera brisa (como explicaré más abajo, en el apartado dedicado a la ventilación). La concentración de humedad a uno y otro lado de nuestra epidermis tiende a igualarse y ante una humedad excesiva en el ambiente, nuestra transpiración se reduce y con ella la posibilidad de reducir la temperatura corporal y de deshacernos de toxinas.

¿Va quedando claro por qué la temperatura no es el único criterio para diseñar nuestra vivienda o rehabilitarla? Me encanta ayudar a comprender este tipo de cosas y dejar caer algún que otro mito de vez en cuando.

Existen un par de interacciones importantes de la humedad que me gustaría contarte.

La primera es su capacidad para combinarse con el polvo doméstico y evitar que este se volatilice, dispersando por el ambiente algunos contaminantes químicos con los que se asocia.

La segunda tiene que ver con el aumento de la conductividad eléctrica del aire más húmedo y la posibilidad de aprovechar este hecho para disipar las cargas electrostáticas que se acumulan fundamentalmente en las superficies y acabados sintéticos de nuestras casas.

Incluso las afecciones respiratorias y cutáneas más comunes podrían tener más que ver con la irritación provocada por el polvo ambiental que con la falta de una humedad relativamente elevada.

Hay algo importante detrás de esto que acabo de contarte: es mucho más fácil, saludable y económico eliminar la mayor parte del polvo de nuestras casas y usar materiales no sintéticos que conseguir elevar de forma permanente la humedad ambiental en su interior, cosa que, por otra parte, puede llegar a tener sus inconvenientes.

Veamos alguno.

Seguramente, el más evidente es que, desde el punto de vista de la salud, los ambientes húmedos son espacios privilegiados para desarrollo de hongos, bacterias y ácaros.

Pero hay otro que solemos pasar por alto y que tiene que ver con el incremento de la conductividad al que he hecho mención unas líneas más arriba. Lo cierto es que en presencia de humedad no sólo se incrementa la conductividad eléctrica sino también, y esto es lo más interesante, la conductividad térmica, el caballo de batalla del enfoque clásico de la eficiencia energética.

Pues bien, que sepas que la capacidad de aislamiento térmico de una fachada o un material puede reducirse entre un 20% y un 50% (y hasta un 100%) en presencia de humedad.

¿Te han contado esto alguna vez? ¿Adivinas en qué condiciones los materiales de aislamiento son realmente capaces de reducir el flujo de calor que les atraviesa en la cantidad que reflejan las fichas técnicas?

¿Qué podemos hacer, entonces, para mantener un grado de humedad ambiental adecuado?

Si hay una medida que considero crucial esta es la de emplear materiales capaces de absorber y ceder humedad del ambiente sin degradarse, equilibrando de forma casi automática la cantidad de vapor de agua contenido en el ambiente. Son los que conocemos como materiales higroscópicos. Curiosamente, los materiales naturales menos procesados y sin ningún tipo de recubrimiento sintético son los materiales que mejor se comportan en este sentido.

¿Recuerdas de qué materiales construíamos nuestras viviendas antes de la era del petróleo barato y los plásticos?

La ventilación

Dióxido de carbono, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, hidrocarburos, polvo,…

El aire que nos rodea, especialmente el de las ciudades, viene acompañado por cantidades cada vez mayores de sustancias que acaban por provocarnos enfermedades crónicas, debilitan nuestro sistema inmunitario y reducen nuestra esperanza de vida.

Ya comenté que la OMS determinó en 2013 que la contaminación del aire exterior es cancerígena para el ser humano. Así de claro y contundente.

Sabemos también, por la Agencia de Protección Ambiental estadounidense EPA, que la calidad del aire que respiramos en nuestras viviendas es varias veces inferior a la del exterior.

Las conclusiones se hacen evidentes: ventilar nuestras casas y espacios de trabajo es fundamental para mantener una mínima calidad ambiental.

La eficacia de un gesto tan sencillo como ventilar supone beneficios tan importantes como reducir la concentración de CO2 y otros contaminantes en el ambiente, eliminar olores molestos, reducir la humedad ambiental o restituir el equilibrio iónico perdido a causa de la presencia de equipamiento electrónico, de instalaciones eléctricas y de calefacción por aire, de materiales ligeramente radiactivos o simplemente de ropa de hogar sintética.

Es importante valorar la repercusión de este último punto, del que no suele hablarse demasiado, ya que el exceso de ionización positiva del aire se ha podido relacionar con trastornos de la tensión arterial, del metabolismo o del crecimiento.

Sin pretender alimentar ninguna polémica acerca de la idoneidad de uno u otro sistema de ventilación, me gustaría romper una lanza a favor de la simplicidad y del pequeño ejercicio de responsabilidad que implica ventilar de forma natural a través de ventanas y puertas.

Aunque daré más en su momento, te avanzo que empleando una adecuada proporción de materiales capaces de acumular calor, es posible ventilar de forma satisfactoria, sin temer pérdidas significativas de energía, empleando para ello sólo unos pocos minutos al día.

Y atención porque la tasa de renovación del aire es un factor muy penalizado por el enfoque convencional del ahorro y la eficiencia energética que puede llevarnos a hermetizar nuestras viviendas a costa de nuestra salud, que no deja de ser un reflejo de la calidad de nuestra interrelación con el resto de la biosfera.

¿Salimos?

La preparación de esta entrada me ha conducido a la revisión de algunos materiales que tenía pendientes de leer y que me han resultado reveladores. Habrá ocasión para debatirlos por aquí. Seguro.

Por el momento, mi conclusión provisional es que la interpretación de fenómenos concomitantes como la temperatura, la humedad o la ventilación bajo una perspectiva holística que tenga en cuenta cómo se gestiona la energía en los diferentes sistemas físicos, puede representar una oportunidad excepcional para la comprensión profunda de los mecanismos de la construcción de la vida, de la Bioconstrucción con mayúsculas.

Ahora quizás sea el momento de regalarse un buen rato al aire libre y, en el buen sentido, usar la vida un poco más.

¿Me acompañas?

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