Ambiente interior y vivienda saludable

Creative Commons License Kevin Dooley via Compfight

Te he hablado en otra entrada anterior de cómo nuestras sucesivas pieles nos ponen en relación con distintos ámbitos con los que interactuamos continuamente.

Tan es así que lo que conocemos como “salud” puede considerarse como el estado en el que esa interacción se produce de forma equilibrada, sin agresiones.

Nuestro organismo, dotado de sistemas de auto-regulación, se acomoda constantemente a las variaciones de su entorno, manteniendo su estado interno dentro de cierta estabilidad. Es lo que conocemos como homeostasis.

Gracias a nuestra sensibilidad, somos capaces de adaptarnos a las condiciones ambientales, haciendo gala de un notable grado de tolerancia. Como este mecanismo funciona permanentemente, puede decirse que la salud, más que un estado de bienestar, como propone la OMS, es un proceso interactivo en el que nuestro organismo trata de permanecer en equilibrio dentro de un margen razonable.

¿Que a qué viene esto?

Fácil. A que no hay salud que valga en un entorno alterado.

Por eso, cuando en apenas doscientos años hemos modificado a ritmos endemoniados el ambiente en el que llevábamos evolucionando un par de millones de años, nuestros organismos se resienten.

No recuerdo dónde leí que vivimos más años, pero cada vez menos años sanos.

La enfermedad se ha cronificado en respuesta a un ambiente que nos resulta agresivo. En nuestra interacción con este medio alterado, nuestra capacidad de auto-regulación se agota. Se colma el vaso y nuestro organismo colapsa.

Las enfermedades ambientales son ya una de las máximas preocupaciones de epidemiólogos, científicos y médicos que reclaman una acción política más decidida, ante las incontestables evidencias del estado de la calidad de nuestros entornos urbanos.

¿Sabías que la contaminación ambiental ya está clasificada oficialmente como cancerígena? Pues sí. La OMS no tiene ninguna duda científica acerca de su potencial cancerígeno. Así de claro.

Y así de difícil. Porque, ¿has pensado cuál es el ambiente en el que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo?

Pues sí, has acertado. En el interior de algún edificio.

Algunas estimaciones hablan ya de que pasamos entre un 90% y un 95% del tiempo dentro de algún espacio cerrado. La mala noticia es que tampoco aquí estamos libres de riesgo.

Si tenemos en cuenta que el aire interior se compone en hasta un 50% de aire exterior vamos dándonos cuenta que de poco vale pretender aislarse del ambiente exterior.

Pero es que aún hay más. Desde hace tres o cuatro décadas, hemos construido nuestras casas con un montón de materiales en cuya composición se encuentran sustancias sintéticas nada inocentes. Disolventes, formaldehídos e isocianatos, ignifugantes y plastificantes, hidrocarburos,…  Ya habrá ocasión de hablar con detenimiento de todo esto.

Es el precio de la entrada de la industria química en los procesos constructivos. Es el precio de la carrera por la eficiencia energética mal entendida. Es el precio de construir olvidando donde vivimos. Es el precio de una conciencia fragmentada y lineal.

Y es un precio muy caro. Hay estudios, incluso, que relacionan la exposición a la contaminación interior con la pérdida de memoria, el envejecimiento prematuro o la pérdida de creatividad.

En resumen, vivimos casi permanentemente expuestos a una contaminación interior que compromete seriamente nuestra salud y la de los nuestros.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

La solución pasa por construir entornos más sanos.

Reconocer y eliminar las fuentes de exposición es la clave. Si queremos tener una vivienda saludable, tenemos que analizar la ubicación de nuestra vivienda, los materiales con los que está construida, los sistemas empleados en su edificación, las instalaciones  de las que está dotada, el equipamiento, el mobiliario y los elementos decorativos con los que personalizamos después nuestra casa.

¿Quieres saber más sobre cómo evitar o reducir la carga contaminante del interior de tu vivienda? Sigue atento mis entradas o apúntate si no quieres perderte ningún contenido.

Mientras, puedes probar otra solución. No es difícil y es bastante asequible. Sal más. Permítete el contacto con el aire fresco y la luz natural. Vuelve a la naturaleza.

Y si tienes ocasión de iniciar un proyecto de vida en el campo, hazlo. Yo también estoy en ello. Por muchos motivos.

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